Daniel Soto: “Solo soy un poquitico más lento para caminar que los demás”

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Por Cristina Puerta Arango

“Ahora entiendo que si yo hubiese desaprovechado esa oportunidad no me la hubieran vuelto a dar”, relata Daniel Soto al descubrir que con el Kung Fu ha podido desmentir lo que los médicos alguna vez pronosticaron para su vida: "no podrás caminar".

Daniel es un joven de 24 años, estudiante de primer semestre de Comunicación Social de la Universidad EAFIT. Es uno de los tantos soñadores que no han permitido que su discapacidad les impida hacer lo que les gusta y apasiona.

Sus allegados lo describen como un ser lleno de cariño, amoroso y con ansias de ver a su familia feliz y orgullosa de él.

Al nacer, Daniel tuvo una parálisis cerebral a causa de una ausencia de oxígeno en el cerebro. Cuando nací, cuenta, “no tenía los pulmones maduros y no me llegó oxígeno al cerebro durante unos segundos y eso me afectó la movilidad de las piernas”.

Debido a esto tuvo que utilizar elementos de apoyo como caminadores y muletas. Su cuerpo se fue inclinando hacia delante y sus pies permanecían abiertos. Su postura le ocasionó una deformación en la columna que le impedía un movimiento continuo y rápido: “Yo arrastraba los pies y era más lento de lo soy ahora -decía- y no tenía estado físico”.

Su gran decepción fue cuando los médicos les dijeron a sus padres que él no podría hacer nada a causa de su parálisis: “No me parece que un médico deba cortarle a uno las esperanzas de vivir o de hacer lo que uno quiera. ¿Y si uno siente que sí es capaz? ¿Y si demuestra que sí es capaz?”.

Medicamente, Daniel no tiene una parálisis aparente, pues ésta no le tocó la parte cognitiva: “Le agradezco mucho a Dios el que esa área no se haya visto afectada, pues yo disfruto hablar y aprender de la gente. Creo, tengo mucho que aportar”. Es un joven sano, con muchas ganas de alcanzar sus sueños y sin problemas de lenguaje o de entendimiento que le impidan realizar lo que desea.

Sus padres fueron el motor que lo impulsaron a estudiar y salir adelante, pues creyeron en él cuando los médicos decían que no sería capaz de hacer nada por sus propios medios. Su familia no vio su inmovilidad en los pies sino su capacidad y tesón para desarrollarse como ser humano.

“Tengo una formación académica buena, estoy estudiando en universidad a pesar de que los médicos decían que no lo podía hacer”, expresa.

Daniel estaba en medio de una sesión de fisioterapia cuando llegó un hombre con un esguince de segundo grado en el tobillo: “Dos semanas después del esguince ya estaba brincando. Las fisioterapeutas decían que eso no era posible porque esos esguinces son muy graves y se demoran mucho en sanar” dijo.

Su rápida recuperación cautivó y llenó de curiosidad a Daniel. Fue entonces cuando se enteró de que entrenaba Kung Fu.

Él se sentía incapaz de practicar un deporte como el Kung Fu que demanda fuerza física. Temió, pero se arriesgó a sanar su cuerpo por medio de un método que nunca había intentado: entrenar Kung Fu. Fue entonces cuando empezó su proceso de aprender a caminar como el hombre que es.

Para comenzar, el maestro Jorge Betancur le hizo una revisión general y vio que Daniel podría caminar, así que le hizo poner los zapatos al revés para que estos le corrigieran lentamente la postura al caminar.

Cuando Daniel tomó la decisión de recuperarse por medio del Kung Fu “me metí con toda”, como dice él: “Toda la gente se burlaba de mí por tener los zapatos al revés, pero yo tenía claro que era para el tratamiento y no iba a dejar de usarlos así. Estaba haciendo algo para no tener lo que tengo”.

Además, comenzó a hacer ejercicios específicos de recuperación, apoyado por masajes para estimular el nervio ciático que se había visto afectado por 21 años de inactividad.

Cuando comenzó su entrenamiento estaba medio gordito, caminaba torcido y con los pies abiertos. Ahora es más flaco, camina recto y en ocasiones suelta sus muletas para caminar sin ellas. “En su casa él no usa las muletas, siempre intenta dejarlas a un lado para caminar sin apoyo”, expresó Jorge.

Daniel ha tenido una recuperación continua, efectiva y visible: “Ahora entiendo que si yo hubiese desaprovechado esa oportunidad no me la hubieran vuelto a dar”, dice.

“A él lo criaron como discapacitado”. Así opinó su maestro, quien ha sido el pionero en la recuperación de Daniel, lo ha apoyado y enseñado lo que sabe. Sin embargo, para Daniel más que un desacierto en su educación es un motivo para mostrarle al mundo el error de los médicos cuando dicen que no se pude, porque sí se puede mientras se crea.

Su interés por ser alguien cada día mejor lo ha llevado a empezar una carrera; sin embargo, no siempre fue así. Hubo un momento en que decidió dedicarse al Kung Fu y dejar sus estudios a un lado, pero al ver que se estaba poniendo “viejo” decidió terminar su bachillerato y comenzar a estudiar en una universidad. Actualmente está terminando su primer semestre de Comunicación Social en la Universidad EAFIT.

Con el Kung Fu ha descubierto que las limitaciones son estrictamente mentales: “La limitación me la pongo yo. Puedo llegar a donde quiera, yo solo soy un poquitico más lento que los demás para caminar, las limitaciones son mentales. La idea es que muy pronto ya estaré caminado sin muletas y a la velocidad de los demás”.

“La limitación más grande que una persona tiene es la lástima de los demás”, es por esto que Daniel no permite que la gente lo vea diferente a un ser humano común y corriente. Las muletas no le han limitado pensar o hacer Kung Fu: “Cuando la gente lo mira a uno no tiene por qué tenerle pesar ni pensar que uno es diferente”.

Lleva tres años entrenando Kung Fu y durante ese tiempo este arte marcial se ha convertido para él en un todo: “Tengo Kung Fu aquí sin estar con mi uniforme o entrenando. El kung Fu me ha reafirmado que todos los seres tenemos cosas hermosas y que no debemos mirar a la gente por lo que tiene. Cada conversación que puedo tener con alguien me muestra lo que en realidad es”.

Este hombre que camina más lento que los demás es una muestra viva de que no hay nada que impida el ser feliz, el tener sueños y esperanzas. E, incluso, caminar.

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